El cielo sobre el Autódromo Hermanos Rodríguez todavía estaba aclarando cuando Belén Aguilera subió al Dream Stage del Tecate Emblema 2025, pero para quienes la escuchamos, ya era de día desde el primer acorde. Con un set breve pero honesto, la artista catalana firmó su carta de presentación ante el público mexicano con un show que no necesitó artificios para calar hondo.
Desde que abrió con Licántropo, quedó claro que no venía a jugar. La intensidad emocional con la que se planta en el escenario es el reflejo de un proyecto musical que, si bien transita el pop, se abraza a la vulnerabilidad con una crudeza casi terapéutica. Sonaron también Lolita, Camaleón, Thelma & Louise y La tirita, esa joya que comparte con Lola Índigo y que en vivo se siente aún más urgente.
Pero el momento que quebró a todos fue Antagonista. Ahí, Belén se desarmó en el escenario. Lágrimas, voz entrecortada y un agradecimiento sincero que cruzó cualquier barrera idiomática o cultural. “Gracias por esto”, dijo, mientras se tocaba el pecho. Y ese “esto”, aunque no lo explicó, se sintió claro: era amor, era sorpresa, era todo.
También hubo tiempo para una versión preciosa de Luna x Vértigo, en la que reimagina un clásico de Mecano con su propio pulso, y el cierre fue con Como en un drama italiano, que casi funcionó como manifiesto de lo que fue su set: emoción sin escudos, dramatismo sin exageración, y una entrega total.
Para muchos, este fue el primer contacto con Belén Aguilera en vivo. Para ella, el primer show en México. Para sus fans un nuevo comienzo.